martes, 24 de enero de 2012

Alimento en el recuerdo


Hace unos días atrás caminaba por las calles de una pequeña ciudad de irrelevante nombre, características y recuerdos, lo central de aquel acto es quien se presentaba a mi lado. Era un pequeño cuadrúpedo con orejas largas que moría de hambre unas cuadras atras, pero que por caridad, un hombre alimentó sin esperar nada cambio.
Vi como ese canino disfrutaba, vi como se alimentaba, vi como  miraba y entre sus ojos aullaba un gracias. Pero bueno, el joven que lo ayudaba debía seguir su camino porque su lugar de destino aun estaba lejos. Al avanzar sus pasos por la acera algo iba mal. Aquel animal que acompañó hace unos minutos, siguió su andar buscando en aquel sujeto protección, compañía, un poco de atención y alimento.
En realidad, el individuo personificaba un complemento en su vagabunda vida repleta de noches húmedas y vacías, anhelando el cuidado de un amo. Pero el joven en su caminar despreocupó el cariño de aquel perro por lo cual siguió avanzando con sus bolsillos vacíos, sin alimento, ni tiempo. El can no perdía las esperanzas porque en sus instintos, la fe de una vida mejor lo hacía caminar firme.
En fin. el final de esta historia ya muchos la saben porque alguna vez la han vivido. El pequeño perro queda en medio del camino mirando al amo que siempre anhelo, pero que otra vez se alejó dejándolo con ilusiones latentes  y una esperanza viva de un “volverá”.
Cuantas veces, al igual que este perro, hemos visto en nuestro andar satisfacciones y ilusiones que se presentaron a nuestros ojos y que por diferentes motivos nunca más se repitieron por más que nuestros pasos los siguieran. Alimentos de ilusión, bienestar, amor y compañía, que nunca más vuelven a renacer por más que nuestros pasos sigan a nuestro “anhelado amo”.
 Si pudiéramos borrar el alimento que nos entregaron, sería tan fácil buscar un nuevo amo. Que lastima que el perro es el mejor amigo del hombre y sus costumbres son contagiosas.



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